Uno de los grandes lastres que arrastrábamos antes de esta crisis era la creciente precarización del mercado laboral. Si bien el desempleo alcanzó el 12,4% al cierre del 2019, el alto nivel de desocupación no era un fenómeno reciente: había promediado un 9,8% desde el 2010. Eso revela la presencia de un problema estructural, tema recurrente de esta columna. Pero hay más.
En los seis años previos a la recesión del 2009, la tasa promedio de desempleo fue del 5,9%. Como era de prever, la desocupación subió con dicha contracción, pero, curiosamente, no bajó superada la crisis, más bien, se mantuvo alta y siguió creciendo paulatinamente. Aquí, corresponde hacer una aclaración: con la introducción de la encuesta continua de empleo en el 2010, el INEC cambió de metodología, por lo que las cifras antes y después de ese año no son estrictamente comparables. Sin embargo, las diferencias son tan significativas que es seguro concluir que hubo un aumento permanente en los niveles de desempleo tras la recesión del 2009.
¿Qué ocurrió? Parece que el mercado laboral sufrió un choque sistémico en el que puede haber varios factores en juego. Tras una crisis en la que las empresas se deshacen de trabajadores, es posible que descubren eficiencias que hacen que no requieran la misma cantidad de mano de obra una vez que la situación regresa a la normalidad. Mi amigo Ronulfo Jiménez también me señala la creciente adopción de nuevas tecnologías que ahorran trabajo no calificado –que es donde se concentra el desempleo–. Otro elemento que pudo haber consolidado y acelerado el fenómeno es el fuerte aumento de las cargas sociales en el 2015.
Esto debe servirnos de advertencia. No solo el statu quo ante coronavirus no es deseable, sino que probablemente sea irrealizable. En virtud del elevadísimo costo que representan las cargas sociales y la inminencia de que seguirán aumentando a corto y mediano plazo –debido al alarmante deterioro de las finanzas de la CCSS–, los patronos van a optar por racionalizar sus operaciones. El riesgo es que el desempleo se normalice en un 15% o más.
Si el país ya urgía de reformas estructurales en el mercado laboral –reducción de cargas sociales, flexibilización de jornadas laborales, etc.–, la magnitud del ajuste que necesitaremos tras el coronavirus será mucho mayor.
Publicado en La Nación el 27 de abril del 2020