Un viejo chiste cuenta que una vez un político extranjero visitó Silicon Valley para entender cómo se había desarrollado el enorme clúster tecnológico de esa zona. El visitante escuchó sorprendido que el 90% de las empresas ubicadas ahí habían sido fundadas en el garaje de una casa. Inspirado, regresó a su país a proponer un subsidio estatal a la construcción de garajes.
Se trata de una broma, pero no deja de tener cierto asidero en la realidad. Tan solo veamos una de las justificaciones detrás del proyecto de ley que pretende gravar con un 1,5% la televisión por cable y satelital, y plataformas como Netflix y Amazon Prime. Una quinta parte del dinero que se recaudaría –aproximadamente ¢513 millones– iría a subsidiar a la industria cinematográfica nacional. Los proponentes de la iniciativa nos dicen que la producción de películas generará empleos y encadenamientos productivos. Ergo, es una medida para lograr la muy ansiada reactivación económica.
No tan rápido. Cuando el Estado subsidia una industria, es obvio que esta experimente una bonanza que se refleja en más puestos de trabajo y encadenamientos. Pero eso no quiere decir que estemos ante una inversión productiva. Si lo fuera, ya habría atraído el interés de inversionistas privados en busca de dividendos. Es así como se genera la riqueza. Más bien, se trata de una distribución forzosa de recursos de los contribuyentes a una industria cuya única virtud es contar con el favor de ciertos políticos. Y, a estas alturas, ya deberíamos conocer el magro récord que tiene el Estado escogiendo ganadores.
Luego, están los perdedores de la iniciativa: no solo los consumidores se empobrecen al pagar más por el cable o Netflix, sino que el dinero que se va al impuesto lo dejan de gastar en otros productos y servicios. Esto, a su vez, tiene un impacto negativo en la generación de empleo en el resto de la economía. Los proponentes del proyecto solo ven los puestos de trabajo que se crean en su industria consentida, pero no toman en cuenta los que se pierden en otros sectores.
La economía no se va a reactivar con más impuestos y subsidios estatales. Suena bastante obvio, pero, por lo visto, hay que seguir machacándolo.
Publicado en La Nación el 11 de noviembre del 2019.