A pesar de las fuertes presiones que se ciernen a diestra y siniestra, las autoridades del Banco Central parecen decididas a cerrar el año con una inflación de casi cero, hecho sin paragón en la historia moderna del país.
Sufrir una alta inflación ha sido la constante desde que la mayoría de los costarricenses tenemos memoria, aunque ha venido menguando en el último lustro. Alguien que nació en 1980 ha experimentado en promedio, en cada año de su vida, una inflación de 16,2%. Para un universitario nacido en 1990, ha sido un 11,2%; para un colegial que vino al mundo en el 2000, es un 8,7% y para un niño del 2010, es un 4,8%.
Erradicar este flagelo no ha sido fácil. Durante los ochenta y parte de los noventa la inflación resultó de la monetización de las enormes pérdidas de Codesa –el ruinoso experimento del Estado empresario– que fueron asumidas por el BCCR. A partir del 2000, la inflación responde más a los esfuerzos por mantener un tipo de cambio que beneficiara a sectores políticamente influyentes como exportadores y Banca. Para mantener un colón artificialmente barato, el Banco Central incurría en emisión que generaba inflación.
Cortar de cuajo ese subsidio de pobres a ricos es lo que hace tan encomiable la labor de Olivier Castro al frente del BCCR. Hace apenas dos años, su predecesor, Rodrigo Bolaños, denunciaba visiblemente molesto la “presión gigantesca” de sectores como el exportador y el financiero que demandaban una política monetaria inflacionaria. Estas presiones han recrudecido ahora que la inflación está en cero. El expresidente Óscar Arias recientemente le pidió al mandatario, Luis Guillermo Solís, que intercediera para que el BCCR devaluara el colón y así ayudara a los exportadores.
Incluso exjerarcas del Banco Central, como Francisco de Paula Gutiérrez y Eduardo Lizano, se han unido al coro mercantilista que quiere que los pobres paguen vía inflación una distorsionada competitividad de sectores poderosos. Afortunadamente, el presidente Solís está aguantando el vendaval. En una entrevista para Bloomberg la semana pasada fue tajante al decir que no va a tocar el tipo de cambio porque quiere mantener la autonomía del BCCR. Y don Olivier está aprovechando este espaldarazo para erradicar, al menos de momento, la inflación, el más regresivo de los impuestos.
Ahora lo que corresponde es anclar las expectativas de la gente a esta nueva realidad, y eso se lograría reduciendo las metas de inflación del BCCR.
Publicado en La Nación el 5 de octubre del 2015.